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martes, 22 de febrero de 2011

ZERA -Capítulo I-


Puedo imaginarme a Zera aquel día: se levanta cansada, muy cansada. Se peina ritualmente. Con inusual esfuerzo, recoge su larga cabellera, sedosa y brillante a pesar de todos los años transcurridos; de esos años que habían acabado coloreando cada uno de sus cabellos de riguroso blanco nieve. Sí, la imagino: está sentada. Permanece inmóvil, en actitud de escucha. No contempla: mira a través de la ventana, pero ignora el día: su tiempo sucesivo, sus figuras, su decir... Su fija mirada está puesta más allá del paisaje; más allá del vuelo de los pájaros. No percibe cómo se gastan amableme y suavemente los celestes, que se dejan atravesar por los rosas y naranjas, para acabar cediendo ante el crepúsculo del ocaso. Toda la variable realidad, todas las presencias, tan vulnerables a las pautas de las diversas luces, le son completamente ajenas.

Incluso me atrevería a afirmar que ella nunca llegó a alcanzar tal grado de abatimiento, ni estuvo jamás tan ensimismada como ese día. Ni siquiera cuando, siendo tan solo una niña, llegó a aquella inhabitada isla, después de que una gran tormenta en el mar truncara para siempre su destino, cuando las negras aguas devoraron, sin dejar rastro alguno, el barco en el que ella y sus padres viajaban. No hubo más sobrevivientes. No pudo haberlos: desde todos los puntos de la pequeña isla no se divisaban más que infinitos horizontes de calmosas aguas; visiones de un mar que, por no volver a agitarse desde entonces, hacía parecer increíble el trágico naufragio.

Pero aquella niña pronto aprendió a amar la isla que la acogió. Manjares nacían de sus árboles. Exóticos y pacíficos animales brindaban su caprichosa compañía. Las más maravillosas especies de plantas, siempre floridas, cubrían la tierra. Y fue en ese lugar, de indescriptible belleza, donde sin la compañía de ningún otro ser humano, transcurrió la mayor parte de la vida de Zera. Sin embargo, sabemos que, tan misteriosamente como después desapareció, nuestra civilización había llegado a la isla. De ello daba testimonio un castillo, cimentado en la única herida del paisaje. En su torre había una inmensa biblioteca, cuyo libro más moderno databa de febrero de 1915. Y allí, en la torre, junto a la biblioteca, en la estancia que Zera hizo suya es donde la hallamos.


                                                 V.H.Gª. Brea.

jueves, 17 de febrero de 2011

MUNDO

http://eliniciadoabrujo.blogspot.com

"Y lo demás, un ciclo acontecido:
sorbe del bucle pulcra la verdad,
reduce el pezón a la oportunidad.
¡Cuánta estatura atribuida a todo,
cuánto tejado para el inútil latín!"
                  
De Escribe que pronto vendrá.
 E. Espina.



Hoy me llené de Mundo:
las Horas abrieron el telón
y luego robaron mi guión
y fui el actor y el público;
hoy que me lamenté
al no poderme hallar:
marchó la que inventé
por ocuparme hoy Él,
ése que dicen Mundo.

Quiero un anochecer
un sentir transcurrir
el Tiempo de una vez;
que en mí su discurrir
me lleve a confundir
mañana, hoy y ayer;
que ya ocultado Él
hecha la obscuridad
logren enmudecer
mis ojos tras mirar
el nombre y lo real;
dejar de confundir
y ya poder querer
al Silencio abrazar.


       V.H.Gª. Brea

jueves, 10 de febrero de 2011

RECUERDOS

 Pintura de Chagall

"Quien  mira  hacia  fuera,   sueña;
quien mira hacia dentro, despierta"
                                                                                                       JUNG
Qué inmune soy al suelo
hoy que me diste juego
y con derramadas luces
con hojas y aire fresco,
remolino de viento,
lo que era tan amado
noto que me has traído
sabiendo así que habita
lo que sentí perdido
en un lugar sin tiempo
porque al jugar contigo
noto me está envolviendo
mientras te envidio, viento,
porque ignoras al suelo
que no sabe del sueño
e impone atrás lo sido
al ser allí exigido
lo recto, el fin, el paso,
el caminar senderos
y obviar los recorridos
¡donde está lo querido!
(sin más, inmóvil, bello..)
allí donde es aquello
que una vez hubo sido.


     V.H.Gª. Brea

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