"Este no tener, y no esperar, este estar sin
esfuerzo alguno, esta patria perdida o esperada."
De Geografia de la Aurora. Mª. Zambrano. Estuve en la morada de la tranquilidad. Al fin se hizo una aurora en mí. Fue al reclamo de bencejos que anunciaban este día. Ocurrió mientras me asomaba a sus miradas. Entonces, se acercó hasta mi ventana el ave más veloz, rozándome la cara con su ala, un ala negra como obsidiana.
Salté, pero pasó el instinto y ya, tras el acto involuntario, sentí, o acaso pensé o imaginé, o tal vez fui, la línea que cuentan que se traza en los mandalas producidos por lo que llaman psique; la línea que une los puntos opuestos.
Y así, sabiéndome -al roce de aquel negro viviente- animal, tierra, oscuridad, destino y, a la vez, bañada por la aún ténue luz que el cielo derramaba, que sucedió que se fugó la tensión entre las contrarias fuerzas y abriéronse las puertas de aquel lugar, que llamo de paz: la morada de la tranquilidad.
V.H.Gª.Brea.
2 comentarios:
Morada de Luz
El hosco cielo va rodando arriba
y amenaza sobre los montes negros.
Al fin será esta casa mi morada.
y hasta lo que es más duro en ella (el muro
de piedra tan rotundo),
dormirá sosegado en mi pupila.
En esta casa el tiempo es la ternura
y siempre callo hasta que sea el silencio
lo que discurra dentro de mis venas.
En mi morada no hay días ni noches.
Mi morada es mi día y es mi noche
Cada mínima estancia es azotea.
Floto en su soledad, bebo en su sombra;
si asciendo a los desvanes de la luz
desciendo hasta un saber que ya no sabe.
La casa, en quietud, está girando
-planetario de amor-
en torno del remanso de los cuerpos.
En ella voy, sin ir, a cada sitio
y a sus goces regreso sin marcharme.
Todo cuanto busqué, aquí lo encuentro.
Esta morada es mundo sin el mundo.
En ella suena música que arrastra hacia el sin fin,
marea en la que voy
y vengo (¡mas tan quieto!)
recibiendo respuestas sin palabras
a preguntas que no mueven mis labios.
Y siento que tú estás aquí, aunque no estés,
y que yo estoy en ti, aunque no estoy.
Centro donde te veo al fin ¡tan cierta!;
centro donde, por fin, no estando tú,
en plenitud estás para salvarme.
Al fin el corazón ya ha retornado
a escucharse a sí mismo.
¡Qué dulzura este ir cerrándose a todo
para poder abrirse y comprenderlo todo:
nada hermosa que llega acariciando
mi piel para acallarme,
para acallarme aún más, y serenarme!
Morada del amor, con sus anillos
de silencio que silban, mas no ahogan,
porque la sangre de los nuestros ya
no está para dolernos.
(La sangre de los nuestros ahora es sólo
la luz de cobre que está ardiendo lenta
en torno de la copa del ciprés).
¡Morada en la marea de la vida,
marea en la morada de la luz!
ANTONIO COLINAS
Me llevaste a la morada de Colinas y tras la inevitable emoción ante su canto, me contagio de esperanza; esperanza, porque me hace pensar que tras cualquier derrota, uno siempre puede albergarse en un lugar sin tiempo y sin espacio y, allí, poder amar a lo que llaman Nada.
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